El texto decía así: los videojuegos no son tan importantes
como los sueños. Y la pregunta de verdadero y falso decía: Los juegos no son
importantes. La mayoría de mis compañeros respondieron que la frase era
verdadera, pero a mí que me suele gustar darle mil vueltas a las cosas no me lo
pareció y decidí elegir la otra opción, argumentando por su puesto mi posición.
Por ello escribí en el examen: “falso, el
texto dice que los juegos no son tan importantes como los sueños, lo que no
significa que no sean importantes, sino que lo son de una forma menor”. Es
decir, si tuviésemos que ordenar la
importancia de estos sucesos estableceríamos en primer lugar los sueños y luego
los videojuegos. La profesora me
corrigió el examen y me dijo que mi respuesta era errónea. Tras preguntar el
motivo por el cuál mi respuesta no era correcta mi profesora contestó que al
afirmar el texto que los videojuegos no eran tan importantes como los sueños,
los sueños no eran importantes. A cuadros me quedé.
Yo traté de convencerla de que eso no era así, le expliqué
cómo la profesora de Filosofía nos había demostrado que el hecho de que las
calles estuviesen mojadas no significaba que hubiera llovido (típico ejemplo
con el que se trata de explicar las leyes de la lógica). Su respuesta fue: lo
que se estudia en Filosofía no sirve en la clase de Inglés. Este hecho me hizo reflexionar
sobre la práctica docente y la labor educativa. ¿Lo que estudiamos realmente
nos sirve más allá de las clases? ¿Estudiamos para
aprobar un examen o estudiamos para aprender y desarrollar nuestras
capacidades?
A todos nos gusta ver que el resto de personas razonan o
piensan como nosotros, pero una gran cuestión nos acecha… y si no es
así, ¿qué hacemos? Hay muchos profesores y profesoras, posiblemente cado uno tenga su método de enseñanza, sin embargo no todos los métodos son tan
eficaces, eficientes y por decirlo de otra forma… educativos. No podemos tratar
de pensar que todas las personas van a escribir en un examen, redacción o
trabajo lo que queremos oír, como diferentes que somos, podemos
sorprendernos los unos de los otros. Uno
de los pilares de la labor educativa trata de potenciar la creatividad de los
alumnos, que los alumnos por sí solos innoven, ideen algo nuevo, que emprendan
nuevos proyectos.
Si seguimos empeñados en que las cosas solamente pueden ser
negras o blancas con el paso del tiempo nos daremos cuenta de que nos estamos
perdiendo los bellos colores del arco iris, potenciemos el espíritu crítico y emprendedor de los estudiantes.
La labor de un docente es transmitir conocimientos, formar íntegramente a una persona, potenciar
su creatividad y tratar que en ese alumno surjan ideales y retos. Para garantizar algunos de estos puntos
nos encontramos con la evaluación, los llamados exámenes que harán esforzarse a
los alumnos en su labor de aprendizaje. Pero no hemos de olvidar que la labor
docente trata especialmente de transmitir conocimientos y formar íntegramente a
una persona, su labor como evaluador no puede adquirir mayor peso que esto bajo
ningún concepto, pues entonces caeremos en el gran error de pensar que la
educación es un mero trabajo individualizado del alumno.
No podemos aceptar un porcentaje de suspensos o fracaso
educativo mayor del 80% como este año he tenido ocasión de ver con mis propios
ojos. Una de mis mejores profesoras ya jubilada, afirmaba que si más de la
mitad de un grupo suspendía un examen entonces la causa de ello no se debía a
los alumnos sino al propio profesor. Esas palabras se me quedaron gravadas,
pues una vez más me doy cuenta de que no todos los profesores en esta labor tan
bonita como es la docencia se han percatado de ello, y en este punto hemos de
recordar que la labor docente antes
comprende la transmisión de conocimientos que la parte correspondiente a la
evaluación de los mismos.
Trabajemos juntos alumnos y profesores para mejorar nuestra educación.
Una educación que comprenda tanto los aspectos formales como los no formales,
que se comprenda como un proceso continuo a lo largo de la vida, que no se
entienda como algo obligatorio sino como algo que queremos hacer de verdad, en
definitiva una educación de calidad.
Ángel Álvarez, voluntario de FADAE
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